Frente a la contingencia que estamos viviendo con esta epidemia de Coronavirus, es importante que se mantenga la calma y el equilibrio frente a este desafío médico que se está produciendo.

Por lo que se ha visto hasta el momento en otras regiones del mundo, ésta sería una enfermedad que se comporta de manera muy similar a la influenza, siendo de cuidado en adultos mayores. Los niños presentan mayoritariamente una congestión nasal como un resfrío y no se han visto mayores complicaciones.

Los adultos debutan con fiebre sobre 38,5 ºC que puede durar hasta una semana, tos seca inicial, y el típico cansancio con dolores de huesos y músculos. Es habitual que a los 3 o 4 días se agreguen dolor abdominal, nauseas, vómitos y deposiciones líquidas. Cuando comienza a descender la fiebre se entra en la fase catarral con coriza y tos productiva.

Como prevención, lo más importante es mantener una actitud tranquila y positiva, sin dejarse embargar por el miedo ni actuar precipitadamente llevados por el pánico. Este no será un invierno más trágico que otros que hemos vivido con epidemias de influenza. La diferencia está en la histeria colectiva que se ha generado por la tremenda mediatización nunca vista antes y el debut tan temprano en plena estación estival. Con las medidas de aislamiento que se han decretado, esto va a durar varios meses, probablemente hasta el final del invierno, ya que estas epidemias resultan imparables y solo se logrará bajar la velocidad del contagio y con ello evitar el colapso de los sistemas de salud. ¡Lo que se necesita es una actitud positiva frente a los hechos y de firmeza interior para sobrepasar esta prueba!

Cuando miramos las enfermedades en su trasfondo espiritual, debemos aprovechar esta oportunidad para reflexionar profundamente sobre lo que está sucediendo. En primer lugar, todo este miedo irracional que ha cundido por el mundo, con imágenes de los noticiarios con gente parapetada como para enfrentar una conflagración nuclear, después de haber arrasado con los supermercados, comprando insumos a destajo y sin mayor reflexión pasando por arriba de los demás, confirma que detrás de todas las enfermedades con carácter epidémico subyace el miedo.

En la Edad Media las epidemias que asolaban a la humanidad eran la peste negra, el cólera, la lepra, tifus, difteria y otras que eran producidas por bacterias, con altas tasas de mortalidad y que sobrevenían en periodos cuando la población se encontraba sometida a situaciones de mucho estrés y terror, bajo experiencias como las hambrunas, guerras e invasiones de otros pueblos. En Europa las epidemias de lepra coincidieron con las incursiones de los hunos, y más tarde de los mongoles. Al respecto podemos recordar una antigua anécdota del medioevo, cuando la Peste llegó a golpear las puertas de una ciudad europea. El guardia la detiene y pregunta los motivos de su presencia en la ciudad. La Peste responde que venía con la tarea de llevarse mil almas. Transcurrido cierto tiempo se retira llevando tras de sí una hilera interminable de carretas con enormes pilas de cadáveres. Al ver esta escena, el guardia la increpa diciéndole: “¡dijiste que venías por mil almas solamente!” La Peste responde tranquila: “¡Sí y mi responsabilidad es por mil, el resto se murió de miedo!”

Actualmente estas epidemias tienen otro carácter, son producidas por virus que afectan el sistema respiratorio y los miedos que hay detrás son más abstractos, como la incertidumbre de la subsistencia dentro de una cultura consumista, que nos ha centrado en un materialismo acendrado carente de toda religiosidad. Todo nuestro pensar está dirigido a afanes egoístas, no lo usamos como un medio hacia el espíritu.

El correcto pensar tiene la tarea de educar y ordenar el mundo emocional que pulsa en cada uno. También tiene la tarea de dirigir nuestra consciencia hacia el descubrimiento y aceptación de lo espiritual que vive como núcleo esencial en el corazón de todas las personas. Si se lograra esa consciencia, abrigaríamos sentimientos solidarios, seríamos capaces de ver al otro y relacionarnos con él desde la compasión, la empatía, el asombro y que frente a una circunstancia como la actual, nos interesaría vivamente ayudar con entusiasmo y amor. Pero ello no está ocurriendo salvo excepciones aisladas. Es por ello que estas epidemias afectan principalmente la parte del pecho, la zona que por evolución debería albergar a un Yo Consciente. Ese vacío espiritual, que se llena con egoísmo, crea un campo propicio para que estos virus arraiguen y revelen la herida que como humanidad tenemos todos. Nos hemos acostumbrado a vivir de las apariencias, todas nuestras preocupaciones giran en torno a lo económico, hemos relativizado la verdad con nuestra actitud desconfiada y un hablar descalificador, con mucha hipocresía y verdades a medias. El hecho de que esta epidemia sobrevenga justo en un momento de convulsión social, que tiene que ver con la misma falta de solidaridad y fraternidad que reina dentro de nuestra sociedad chilena, solo presagia consecuencias más funestas si no realizamos cambios profundos en nuestra alma.

Por otra parte, es muy decidor que todos estos virus que están asolando a la humanidad moderna, provienen de animales con los cuales el hombre ha establecido relaciones de maltrato injustificable. Son virus que han mutado y se han hecho afines al organismo humano, obedeciendo a leyes kármicas de la humanidad. Hay una responsabilidad moral que hay que asumir con los reinos de la naturaleza, cambiando nuestra actitud explotadora, por una gratitud reverencial, ya que gracias a ellos hemos sido capaces de evolucionar y estar aún sobre la tierra. Si no nos damos cuenta de esta vinculación tan profunda, a corto plazo vamos a terminar con toda la vida en el planeta.

Es perentoria esta reflexión profunda sobre nuestra realidad anímico espiritual. Considerar nuestros motivos de vida poco elevados, como la falta de propósitos más allá del inmediatismo de la subsistencia, nuestra lucha diaria por nuestros derechos, pero lo poco proclives que estamos para asumir responsabilidades. Si somos absolutamente honestos con nosotros mismos, salta con urgencia la necesidad de un cambio en nuestras vidas. Esta será una tarea educativa profunda y de largo aliento.

¿Cómo enfrentamos esta epidemia?

Lo más importante es asumir los trasfondos espirituales que subyacen a una enfermedad como esta y darnos cuenta de la similitud que tienen con las causas de nuestra gran crisis social. La humanidad debe cambiar en el sentido de hacer consciente y operativa su realidad espiritual. Quienes están en este camino se pueden fortalecer en estas circunstancias con el hierro, el metal de Prometeo, usando según las constituciones Ferrum metallicum, Ferrum sidereum, Ferrum phosforicum, Pirita, etc. También el Cuarzo para reforzar las barreras naturales, piel y mucosas.

Cuando ya han aparecido los síntomas del cuadro respiratorio, en los adultos hay que pensar al inicio en usar Gelsemium D6, Gelsemium compuesto, Aconitum/Bryonía, Bryonia/Eupatorium comp. Si aparece dificultad respiratoria importante usar Camphora D3 o D6, Arsenicum álbum D6 y si el compromiso pulmonar es evidente ayuda el Tartarus stibiatus D6. ¡Por supuesto que frente a la agravación del cuadro deben ponerse en manos de un médico a la brevedad!

En el caso de los niños, igual serían beneficiosos el Gelsemium D6 o Aconitum/Bryonía al inicio; Dulcamara D6, Ipecacuanha D6, Veratrum álbum D6 o Carbo vegetabilis D6 si hay muchos síntomas digestivos; y para la fase catarral considerar el Tartarus stibiatus D6 y los distintos Kalium.

No hay que olvidar las medidas generales en el cuidado de estos enfermos, que son muy importantes en su recuperación: el reposo bien hecho, buena hidratación, alimentación liviana y sana, restricción de las pantallas de todo tipo, y cuidar las condiciones de higiene general como luz, aire, agua, etc.

Para el manejo específico de la fiebre se puede revisar aquí, y por ciertas evidencias vistas en Francia, se recomienda abstenerse de usar antipiréticos químicos en lo posible, en especial el ibuprofeno, que se asoció aparentemente con cursos más severos de la enfermedad.

¿cómo enfrentamos esta epidemia?

lo más importante es asumir los trasfondos espirituales que subyacen a una enfermedad como esta y darnos cuenta de la similitud que tienen con las causas de nuestra gran crisis social.