Que extraordinario momento cuando nuestros hijos pronuncian sus primeras palabras: ¡mamá!, ¡papá! Es una emoción cargada de ternura, porque ya podemos escuchar con claridad sus vocecitas. También podemos dar cuenta de que comienzan a ocupar un espacio mayor en nuestra cotidianidad. Ya no son balbuceos, ni llantos que hay que interpretar, sino que claramente piden “el jugo” o “la papa”. Si somos observadores, los niños y niñas adquieren un poder con el lenguaje. Lo comienzan a ocupar gracias a los refuerzos exteriores. Y rápidamente el número de palabras crece, en la mayoría, exponencialmente. ¿Pero cómo se llegó a este punto?, ¿qué hicimos?, ¿cómo surgió todo esto? ¡Qué misterioso es el ser humano!

El andar, el hablar y el pensar son cualidades que nos diferencian absolutamente del reino animal. Se despliegan en los tres primeros años y necesitan de otro ser humano que lo muestre, lo enseñe, lo entregue para que se desenvuelva. Se dan generalmente en ese orden: primero caminamos, luego hablamos y luego pensamos. Parecen ser uno desencadenante del otro. Por lo tanto, es muy difícil comprender el desarrollo del lenguaje sin el despliegue motor y de las habilidades simbólicas y cognitivas. Si reflexionamos en cada uno de ellas, podemos dar cuenta de su enorme complejidad. Por eso es muy acertado hablar de que estas cualidades son un regalo divino.

 

¿Pero qué es el lenguaje?

Lo más obvio es que es el vehículo por el cual comunicamos nuestra interioridad, es decir, nuestras ideas, nuestro sentir y nuestro actuar a otro ser humano. Por lo tanto, tiene una connotación altamente social.  Hablo para decirle algo a otro y, a cambio, recibo otra palabra. Recibo lenguaje. Así se construye la “diada comunicativa” de dar y recibir.

Por otro lado, es la primera herramienta intelectual. Con el lenguaje puedo representar el mundo. Ya no es necesario mostrarle la mamadera a la mamá para pedirle que quiero la leche. Basta con que les diga “papa”, para que la madre o el padre le acerquen su mamadera. Internamente, a través del lenguaje, somos capaces de elaborar imágenes internas y esto está en directa relación con la construcción del “espacio interior”, que posteriormente me permitirá establecer relaciones complejas y lógicas para seguir ideas abstractas y crear nuevos pensamientos. Estas cualidades del lenguaje nos llevarán hacia los 7 años a la adquisición de la lectoescritura.

También el lenguaje es el principal depositario de toda nuestra actividad cultural. Y en este último sentido, es la materialización de nuestra memoria colectiva. En su adquisición está altamente influido por el entorno. Pero también nuestro lenguaje influye sobre este. Bien conocida es la expresión: “el lenguaje crea realidad”. A través de éste, reflejamos el pensamiento, nuestra individualidad y nuestra cultura en la interacción social. Este último aspecto, será recogido ampliamente en otros artículos donde hablaré del “Arte de la palabra”, que es una rama artística y terapéutica de la Antroposofía, creada por Marie y Rudolf Steiner como herramienta de desarrollo individual y social. Ellos dan cuenta de como la expresión adecuada de las consonantes y vocales nos transforman física y anímicamente.

El lenguaje, así, nos define como seres humanos. Es una cualidad del Alma Humana y en ese sentido vale la pena conocer su desarrollo y observar los indicadores universales que se despliegan.

¿Qué necesitamos para desarrollar el lenguaje?

 Podríamos resumirlas en 2 grandes condiciones:

1.Condiciones propias del niño o niña. Como seres humanos estamos orgánicamente preparados para el lenguaje. Eso se refleja en:

  • Un desarrollo neurológico y sensorial.
  • Un desarrollo de los órganos fonoarticulatorios (principalmente la conformación de la cara, la laringe y los órganos de la respiración).
  • Un desarrollo de la motricidad.
  • La capacidad para desarrollar lo que se conoce como “permanencia del objeto”: poder sostener una imagen interna de los objetos, personas, animales y del entorno.
  • La capacidad de imitar sonidos.
  • La necesidad de interactuar y conectarse con otros.
  1. Condiciones del entorno. Es absolutamente imprescindible la participación de los niños en interacciones sociales. Cuando una mamá baña a su bebé, está estableciendo turnos de habla, nombrando, estableciendo relaciones, dentro de tantas otras cosas. Pero, sobre todo, es el lenguaje de la madre lo que lo envuelve de manera protectora y nutritiva. Por eso, en el arte de la palabra, se dice que el lenguaje surge en el sentir del ser humano. De esta manera, es de vital importancia observar la calidad de estas interacciones, poner énfasis en el contacto visual, en la atención, en el tacto, en nuestra calma emocional, en la focalización mutua, en la lentitud de nuestros movimientos, en la velocidad del habla, en el tono de nuestra voz, en el respeto de la toma de turnos. Este aspecto es fundamental y constituye para mi un camino de desarrollo terapéutico. Muchos de los retrasos del lenguaje que observo en mi consulta los abordo haciendo una observación profunda de las interacciones. Y así, realizando ciertos cambios en la conducta de los adultos, el despliegue que se observa en los niños es impresionante. Cada uno de estos aspectos los iremos desarrollando muy ampliamente en artículos posteriores.

Etapas del desarrollo del lenguaje

Todos los niños y niñas de cualquier parte del mundo siguen la misma secuencia en el desarrollo lingüístico. Es un hecho universal: los niños y niñas son capaces de hablar una lengua independientemente de su inteligencia, su nivel cultural o estatus social. Inician con los llantos, murmullos y balbuceos indiferenciados. Luego en estos balbuceos se pueden identificar vocales y consonantes. A esto le sigue un jerga expresiva llena de tono y melodía, que en ocasiones parece un canto. Se unen las miradas y los gestos, hasta llegar a emitir la primera palabra aproximadamente al año de vida. Hacia los 2 años ya son capaces  de unir 2 palabras con variados contenidos semánticos. Por ejemplo: “aquí está”, “más papa”, “mío mamá”. Y aquí ocurre algo mágico. En estudios realizados se observa que alrededor de los 18 meses, los niños y niñas ya cuentan con alrededor de 50 palabras. Luego comienza un aumento progresivo en la expresión de nuevas  palabras, hasta que de pronto ¡expresan palabras que no les hemos enseñado!. Hacia los 24 meses se observa un uso aproximado de 300 palabras. Y, a partir de este momento, esto crece exponencialmente. Ya hacia los 3 años los niños son capaces de expresar frases de tres elementos dando pie a la estructura básica de la oración.

Signos de alarma

No poder comunicarse adecuadamente incide en todas las áreas del desarrollo: cognitivo, afectivo y social. Muy especialmente, si se ve afectado el aspecto comprensivo. Dada la complejidad y el impacto que tiene sobre el desarrollo es de vital importancia la detección temprana de ciertos indicadores.

Si tu hijo o hija menor de un año presenta alguna de las siguientes conductas, debes consultar de inmediato al pediatra y  al especialista, que es el fonoaudiólogo.

  1. No mira a los ojos.
  2. No fija la atención de manera conjunta sobre objetos, personas u acciones.
  3. No busca lo que se le esconde.
  4. No indica con el dedo índice.
  5. No imita.
  6. No balbucea o deja de balbucear.
  7. No presenta una jerga melódica.
  8. No dice al menos una palabra alrededor del año de vida.

Para niños menores de 2 años:

  1. No comprende y no realiza estas acciones cuando se le pide: venir, andar, tomar, comer, subir, quitar o cualquier acción simple de la vida cotidiana.
  2. Presenta menos de 50 palabras.
  3. No combina más de 2 palabras.
  4. No sabe decir su nombre.

Para niños menores de 3 años:

  1. No comprende órdenes sencillas.
  2. Ausencia de frases simples.
  3. No repite palabras.
  4. No realiza un juego interactivo.
  5. No sigue un cuento.
  6. No describe una imagen.
  7. No es capaz de seguir un diálogo simple.

La detección temprana es vital. Lamentablemente, hoy en día la mayoría de las consultas son después de los 2 años. Esto da cuenta del desconocimiento del desarrollo psicomotor por parte del personal pediátrico, incluido los médicos y pedagogos de la primera infancia.

Como padres y cuidadores debemos estar atentos, ser observadores de nuestros hijos e hijas, aceptar a quienes tenemos al frente y pedir ayuda cuando sea necesario. Nuestros hijos e hijas son individuos llenos de potencialidades, que necesitan de las oportunidades amorosas y de nuestros cuidados de calidad para su despliegue.

…»Cuando una mamá baña a su bebé, está estableciendo turnos de habla, nombrando, estableciendo relaciones, dentro de tantas otras cosas. Pero, sobre todo, es el lenguaje de la madre lo que lo envuelve de manera protectora y nutritiva.«…